En el primer día de salida de Ramón y Malalusa yo he decidido quedarme en casa. Las semanas de encierro, ayer 25 de abril (siempre) me han hecho pasar, como a todos, supongo, del miedo a la rabia, de la rabia a la impotencia, y, en mi caso, a una tremenda melancolía que ha pasado por recordar, -muchisimo- a Antiguo Novio.
A lo mejor no es la pandemia sino la primavera y la edad, o las dos cosas. Los años que me caen con incipientes dolores de cadera, presbicia, canas que no puedo tapar con mechas y sobre todo, un cansancio de empezar de nuevo cuando apenas acababa de hacerlo hace unos meses.
Lo primero salvar la vida y después los trastos. " To, pa ná" Paquirri dixit, o mejor explicado, según Dominguín, en esta vida lo único seguro es que naces y te mueres, y lo demás son tiquismiquis.
Tiquismiquis aparte, la cárcel domestica me está royendo el ánimo con el que empecé este encierro. Encierro que primero fue un alivio, yo que llegaba llena de posibilidades de traer la enfermedad a los míos, y que se ha terminado por convertir en Mamparitis.
Todos juntos, todos sanos, la vida y el trabajo conservado, y, sin embargo atroz y terriblemente sola. Y triste tristísima.
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