lunes, 7 de junio de 2010

Frecuencias

Desde que he tirado la toalla estoy mucho mas relajada. No hay como saberse fuera para dejar de agobiarse.
Eso si. Ni soy yo, ni sombra de lo que fui.  Como tampoco soy la que se frota con las marmotas ni las vocacionales  estoy sola en mi propia órbita. Total, que toda vez que he perdido bastante de mi personalidad y no he adquirido la nueva, y es posible que por inercia tarde un poco, pues vivo en una frecuencia que habito en soledad y en silencio.  Ni miro el mail, ni twiteo, ni miro linkedin  mas que una vez cada dos días y apago el móvil durante horas.

Me he dado de baja. No sé si soy satélite de mi ombligo u onda-corpusculo, pero ahí estoy, a caballo entre mi antiguo yo y mi futuro quien sabe.

Esto de las frecuencias es curioso. Vivimos al final en el mismo mundo pero cada uno en su órbita, y sólo nos cruzamos cuando nuestras circunstancias coinciden. Nos aproximan las circunstancias, no las personalidades.  Yo me he quedado como los otros, entre dos mundos, y no hablo ni con unos ni con otros. Total, unos están llenos de excusas y prejuicios y los otros de justificaciones y teorías sobre educación infantil e inglés en la infancia.

Es como el concepto salir antes de tener niños y después de tener niños. Yo este puente he estado en un lugar donde hace unos años no me hubieran encontrado ni aunque me lo hubieran regalado y me lo he pasado hasta bien.  En la frecuencia del cubo y la pala, la orillita y el menú infantil. Osea,  por hacer una comparación, la frecuencia levantina no precisamente de John Julius Norwich.   Ya ven, a todo se acostumbra uno, incluido al modelo putamierda, que es un modelo fatal.

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