lunes, 5 de abril de 2010

Las piedras y la culpa

Ya sé que debía haber anunciado que me marchaba, pero no me dio la vida para hacerlo, y ya estoy aquí, después de haberme tragado el atasco.
Dice C.W que soy mala. La verdad es que muy buena no soy.  Como decía antiguo novio, soy un cabrón, pero no un jodido cabrón. Todavía hay escalas y matices.

Lo de la maldad y la culpa es un tema muy semanasantero.  Por un lado, nos resistimos a aceptar que nuestros defectos puedan ser esenciales, y no puedan ser subsanables por nuestra voluntad, porque eso iría contra nuestra querida autoestima, que tanto nos enseñan a mimar ahora. Y resulta, como poco, contradictorio, cuando lo que se lleva es que todo el mundo sea muy malo y muy cabrón, o por lo menos eso llena las teles y los periódicos.
Y por otro, si soy malo, seguro que no es culpa mía. Difícilmente aceptaré que si soy mala puedo ser buena, no tanto a base de esfuerzo, sino de represión (autorrepresión, la peor de todas) sino que además, si puedo echarle la culpa a otro, mejor que mejor.

Lo mejor, mirar en la familia. Si tu hermano es un hijo de puta, seguro que la culpa es de tu cuñada, porque aceptar que tu hermano es un hijo de puta, quiere decir que la que es de lo peor es tu madre, y probablemente tu también lo puedas ser en un porcentaje bastante aceptable.  Si tu padre se volvió a casar, la segunda es una arpía, y si tu madre se lo cedió todo a las monjas, la culpa es de las monjas, que son unas peseteras. Si tu hijo es un egoísta, la culpa es de tu suegra, que lo malcrió, y si tu marido se largó con otra, es porque siempre fué un débil y su secretaria una guarra. No estoy poniendo ejemplos de mujeres por ninguna razón especial. Puedo repetir las mismas con hombres. El caso es derivar el defecto al que no tenga nada que ver con nosotros. No vaya a ser que tengamos los mismos.
Y es que los defectos, cuando son conocidos, parecen mas disculpables.
En mi casa, por ejemplo, nos bebemos el agua del florero y desconfiamos de los abstemios absolutos.  Somos generosos con los vecinos y perros con los hermanos, pero es que los vecinos son nuestros y los hermanos ya no.
Lo nuestro es la moral absoluta, menos para nosotros, que nos va la situacional. (por cierto que me he tragado dos películas que daban para mis casos prácticos de Ética de 5º de carrera, que ya desarrollaré en otra entrada).
El caso es que si somos malos, no nos lo digan, que nos hiere, y no podemos cambiar, porque no es culpa nuestra.
Total, que como siempre, la culpa, al empedrado.

1 comentario:

Laeconomistadescubierta dijo...

¿se puede saber por qué no hay comentarios en esta entrada, que llevo dos días trabajando?

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