domingo, 9 de mayo de 2010

Desaparecí

Economista lleva días regañándome porque he desaparecido. Tiene razón, y como ha dicho es que me ha dado por trabajar, o más bien, me ha dado por concentrarme en el trabajo, que antes también trabajaba pero en mis momentos de dispersión escribía en Economista.

Yo siempre he sido dada a la dispersión, y como ya saben soy poco constante en casi todo. Pero es que al contrario de la mayoría de la gente creo que es mejor saber poco de mucho que mucho de una cosa. Yo fui a un curso de cocina japonesa y mientras todo el mundo tomaba notas de cómo hacer el sushi, yo había desconectado desde el momento en que dijeron que el alga para el sushi había que comprarla en un supermercado que me pillaba lejos de mi zona de aperitivo y que el cuchillo de sushi costaba 60 euros. Eso sí, aprendí que el sushi se come con las manos y desde entonces me dedico a escandalizar a todas las cursis (y son muchas) que se ponen en mi camino.
El otro día estuve con algunas de ellas. Para resumirles les diré que son mujeres que trabajan hasta que se casan, y que dejan de trabajar porque se casan con ricos. A mí esto me alucina, y le dedicaré otra entrada. Pero claro, acaban por aburrirse porque no tienen hijos y las que los tienen, tienen varias filipinas.

El hecho es que entre las cursis siempre tiene que haber una que sea la más lista, y ésta ha decidido dar en su casa cursos de hacer pan y les cobra a las amigas por el curso. Van todas las mañanas (me refiero a partir de las 11, cualquier otra cosa sería obsceno) a aprender a hacer pan un par de horillas. Y luego vuelven, le enseñan a la filipina y la levantan a las 4 de la mañana para que tengan el pan preparado para cuando se levanten.

Economista pensó en hacerse panadera para salir de pobre pero eso era otra cosa, nada que ver con el aburrimiento de las cursis. Y digo yo, ¿no podrían dedicarse a algo más productivo?. ¿Leerse un libro?

Hablando de panaderos, ayer estuve en la comunión de mi ahijado. Tengo una amiga que se embarazó a las 17 y me ha hecho madrina de sus 2 hijos. Se casó con el padre de ellos, cosa que nunca debió hacer, pero vivía en un pueblo y a ver quién era la guapa que para entonces se rebelaba. Después de aguantar las chulerías del maromo (y él las de ella, porque también es fina) durante 15 años, sin soportarse, ella se fue de vacaciones un día al sur, se fue a comprar pan y se enamoró del panadero (y el panadero de ella, gracias a dios). Llamó al pueblo, le trajeron los niños y hasta ayer viviendo en un pueblo del sur.

El panadero es una persona fantástica, lo mejor que les ha pasado a los niños. Bueno ya no son tan niños. Mi ahijada tiene 17 años y más maquillaje en la cara que Sara Montiel cuando celebra sus cumpleaños. De hecho de todo el pueblo, la que menos maquillaje llevaba era yo y eso que me había embadurnado bien para no destacar.

Creo que las amigas de mi ahijada pensaron que yo era sosa, y vieja.. Como cuando yo veía a las tías de mi madre de negro porque hacía 5 años que se había muerto su marido. Me faltaba llevar eso caramelos en forma de violetas que llevaban ellas siempre.

Qué pena dios mío… a la boda pienso ir de morado, rasos, sandalias y las uñas y los párpados del mismo color …

Economista, he vuelto … voy a perseverar…

C.W. Carrington

1 comentario:

Isabel dijo...

En casa el chuchi ya ni tocarlo después de una intoxicación general y el pan mejor de panadería. Pero lo que no he probado es lo del panadero que suena muy sexi ;))

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