Que yo no vierta mi mala leche en el blog con la frecuencia que lo hacía en el pasado no se debe sólo a que debo ocultar mi verdadera personalidad en el ya no tan nuevo trabajo. Se debe también a que muchos de los asuntos que me provocan mala leche se repiten y como tal, ya están reflejados en los primeras entradas del blog.
Pero, naturalmente, suceden hechos nuevos que dan nueva perspectiva a mi cabreo. El asunto de los controladores y el tratamiento de la excusa y la culpa se han venido a unir a un par de acontecimientos del ámbito personal que también me descomponen.
El tratamiento de la culpa colectiva me ha fascinado siempre. Los alemanes son especialistas en disolución de culpa en el colectivo, todos culpables, nadie es culpable. Las enfermedades mentales como excusa también son una de mis favoritos. Especialmente la depresión y la ansiedad. La excusa a la culpa individual basada en la enfermedad mental, esa, esa es la que mas me gusta.
Hemos visto los pasados días un ataque de locura (dicen ellos) colectiva producida por hechos terribles que les han causado ansidedad y depresión y que les han puesto al borde del abismo, (según dice Cesar Cabo) que ha significado no sólo que yo no haya viajado, que es lo de menos, sino un verdadero desastre y una pasta gansa que al final, no sabemos de donde sacaremos para pagar.
Igual que en Alemania no se juzgó a los simples miembros del partido, porque eran once millones, aquí se está tratando de disolver la culpa porque pobrecitos, estaban locos y estresados. Todos culpables, nadie es culpable.
Conozco a alguien que dice que la diferencia entre los locos y los hijos de puta es que los primeros van por la calle con dos piedras dándose en sus huevos, y los hijos de puta van por la calle con dos piedras dándote en tus huevos. A partir de este zafio pero simple análisis, y volviendo a la Metafísica de las Costumbres, revisemos entonces que ha sucedido aquí y cataloguemos de nuevo la enfermedad mental y la maldad, o mejor dicho, el egoísmo.
Nunca he creído demasiado en los llamados derechos laborales, entre otras cosas porque son cosas que primero no se tienen y luego se adquieren y sinceramente creo que lo del derecho adquirido es ciertamente discutible.
Cuando las cosas van bien se tienen unas cosas y cuando van mal, se tienen otras. Y lo que es impresentable es utilizar la presión para defender unos derechos individuales, escudándose además en el grupo.
Los controladores le echan la culpa al gobierno, el gobierno le echa la culpa a la oposición, y, al margen ya del asunto de los controladores, menos asumir responsabilidades y cumplir con el deber y la obligación, cualquier excusa es válida. Especialmente la de la enfermada mental, la angustia, la ansiedad y todas la colección de justificaciones varias de los estafadores laborales.
Pero ya saben, que, siempre siempre siempre, la culpa es de empedrado.
Pero, naturalmente, suceden hechos nuevos que dan nueva perspectiva a mi cabreo. El asunto de los controladores y el tratamiento de la excusa y la culpa se han venido a unir a un par de acontecimientos del ámbito personal que también me descomponen.
El tratamiento de la culpa colectiva me ha fascinado siempre. Los alemanes son especialistas en disolución de culpa en el colectivo, todos culpables, nadie es culpable. Las enfermedades mentales como excusa también son una de mis favoritos. Especialmente la depresión y la ansiedad. La excusa a la culpa individual basada en la enfermedad mental, esa, esa es la que mas me gusta.
Hemos visto los pasados días un ataque de locura (dicen ellos) colectiva producida por hechos terribles que les han causado ansidedad y depresión y que les han puesto al borde del abismo, (según dice Cesar Cabo) que ha significado no sólo que yo no haya viajado, que es lo de menos, sino un verdadero desastre y una pasta gansa que al final, no sabemos de donde sacaremos para pagar.
Igual que en Alemania no se juzgó a los simples miembros del partido, porque eran once millones, aquí se está tratando de disolver la culpa porque pobrecitos, estaban locos y estresados. Todos culpables, nadie es culpable.
Conozco a alguien que dice que la diferencia entre los locos y los hijos de puta es que los primeros van por la calle con dos piedras dándose en sus huevos, y los hijos de puta van por la calle con dos piedras dándote en tus huevos. A partir de este zafio pero simple análisis, y volviendo a la Metafísica de las Costumbres, revisemos entonces que ha sucedido aquí y cataloguemos de nuevo la enfermedad mental y la maldad, o mejor dicho, el egoísmo.
Nunca he creído demasiado en los llamados derechos laborales, entre otras cosas porque son cosas que primero no se tienen y luego se adquieren y sinceramente creo que lo del derecho adquirido es ciertamente discutible.
Cuando las cosas van bien se tienen unas cosas y cuando van mal, se tienen otras. Y lo que es impresentable es utilizar la presión para defender unos derechos individuales, escudándose además en el grupo.
Los controladores le echan la culpa al gobierno, el gobierno le echa la culpa a la oposición, y, al margen ya del asunto de los controladores, menos asumir responsabilidades y cumplir con el deber y la obligación, cualquier excusa es válida. Especialmente la de la enfermada mental, la angustia, la ansiedad y todas la colección de justificaciones varias de los estafadores laborales.
Pero ya saben, que, siempre siempre siempre, la culpa es de empedrado.
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